(Véase la observación que precede la traducción de Ar vei qu'em vengut als jorns loncs.)
I. La dulce cuita que a menudo me da Amor me hace decir de vos, señora, muchos versos agradables. Pensando contemplo vuestro cuerpo gracioso, al que amo y deseo más de lo que doy a entender. Y aunque por causa vuestra me desencamino, no os reniego en absoluto, pues siempre os imploro con amor leal. Señora en la que resplandece la hermosura, muchas veces me olvido de mí cuando os alabo y os suplico.
II. Que siempre me deteste el amor que os hace prohibida para mí si nunca dirijo mi corazón hacia otro afecto. Me habéis quitado la risa y dado pesadumbre: ningún hombre sufre más grave martirio que yo; porque a vos, a quien codicio más que a todas las que hay en el mundo, en apariencia rechazo, repudio y desamo; todo cuanto hago por temor debéis tomarlo como hecho de buena fe, incluso cuando no os veo.
III. Tengo en el recuerdo la cara y la dulce sonrisa, el gran valor del gentil cuerpo blanco y liso; si en mi fe fuese tan fiel a Dios, sin ningún género de duda entraría vivo en el paraíso; pues sin vacilar me he entregado a vos de corazón, de tal suerte que no me procura gozo ninguna otra: pues con ninguna de las que llevan venda me acostaría ni sería su amante, en compensación de vuestros saludos.
IV. Todo el día me ilusiona el deseo y me place el carácter de vos, a quien estoy sometido. Bien me parece que vuestro amor me venza, pues antes de que os viese ya aspiraba a amaros y serviros; y así he quedado aquí sin ninguna ayuda por vuestra causa, y por ello he perdido muchos favores: ¡quien los desee que se los quede! Que yo prefiero, sin ningún acuerdo previo, esperaros a vos, de quien me ha venido gozo.
V. Antes de que el dolor se inflame sobre el corazón desciendan hasta vos, señora, la piedad y el amor: el gozo os acerque a mí y deje suspiros y lloros; que ni la nobleza ni la riqueza me aparten de vos, pues se me olvida todo bien si con vos no me vale la compasión. ¡Ay!, bella y dulce criatura, hubiera sido gran bondad si la primera vez que os requerí me hubieseis amado, o no [me hubieseis amado] nada, pues ahora no sé a qué atenerme.
VI. No hallo armas contra vuestros méritos; tenedme tal piedad que os haga honor. Que no me cuente Dios entre los que le ruegan si yo deseo la renta de los cuatro mejores reyes a cambio de que con vos no me valgan la piedad ni la buena fe; pues en modo alguno puedo separarme de vos, en quien se ha puesto mi amor, y si [mi amor] fuese acogido besando, y os gustase, nunca más querría libertarme.
VII. Noble y cortés señora: nada de lo que os plazca me será nunca tan vedado que no lo haga sin acordarme de otra cosa.
VIII. Raimon, la hermosura y el bien que hay en mi señora me han aquí atado y preso.