I. Señora, flor, [fruto] de amor, señora sin villanía, resplandor y brillo de toda cortesía: vuestro amor, lo sé, socorre a aquel que confía en vos,de modo que no siente llanto ni dolor, virgen María; pues de vos tomó carne humana Jesucristo que lava y sana a todos vuestros amigos de mal por medio de la confesión sincera.
II. Ya que tenéis galardón tan rico, bendita, gloriosa, que en Navidad fuisteis a un tiempo madre, hija y esposa, de la corte real soberana, señora poderosísima, aseguradme un lugar, misericordiosa; pues estoy hastiado de esta vida, ya que no hallo en ella —tan triste es— corte, ni señora, ni señor sin afán ni sin dolor.
III. Quien quiera honor de amor, que dirija a vos, señora, su pensamiento; pues toda alegría que se espere de otra parte se convierte en llanto. Y los mejores obran locamente: piensan que les vaya mejor, pues el daño tiene más sabor, y así pierden todos sus bienes. Pero vuestra amistad da placer y alegría, quita ira y preocupación y hace rico al pobre.
IV. Bien le va a quien entiende en vos, dulce reina, pues con alegres pensamientos purifica sus deseos; dadme voluntad e intención y talante y ocasión, para que, viviendo arrepentido con verdadera disciplina, señora, termine y borre mis pecados de modo que en el novísimo día me [ponga pleito] con aquellos que habrán obrado bien.
V. Señor, no perezca ni se destruya en vos vuestra prez, que cuando la muerte sale de su emboscada, todas las presunciones son destruidas.