I. Dios veraz, me entrego a vos, que nacisteis de la Virgen y fuisteis levantado en la cruz por nosotros; humildemente os pido merced, que me perdonéis las faltas mortales y veniales que he cometido durante toda mi vida. Dios, hijo de santa María, Jesucristo, de quien irradia alegría: por vuestra gran misericordia, no consideréis mi culpa.
II. Señor, con el corazón contrito os pido perdón de los pecados que he cometido de obra y de palabra y de pensamiento desde que nací: pues he sido desleal hacia vos en este siglo falso, por lo que os pido perdón; vos, madre de Dios piadosa, pedidlo a vuestro hijo que os encomendó a San Juan cuando pendía en la cruz.
III. Señor que arriba, en el tormento, fuisteis herido por la lanza, de modo que salió por los costados sangre y agua juntamente, por lo que todo el pueblo se ha salvado, de modo que el príncipe infernal no tiene el poder que solía tener: vuestra pasión me defienda de manera que no me engañe el enemigo antiguo que me anda tentando, que está lleno de felonía.
IV. Señor, cuyo cuerpo fue colocado en el santo monumento y fue custodiado por los judíos, haciendo guardia ante el sepulcro, vigilando la tumba, y vos, Señor celestial, resucitasteis al tercer día: ruego a vuestra compañía trina que me defienda de daño, preservándome de muerte repentina y de villanía.
V. Reina del firmamento, vuestra virginidad me proteja para que no sea tentado por el ángel percuciente y me conceda que viva lealmente, y me defienda de todos los males, y que no haga ni diga nada que no plazca a Dios; y me permita hacer tanto bien que, cuando muera, mi alma vaya a vuestra compañía.
VI. Señor, de bienes temporales dadme tantos que no sea jamás indigente: pues con ello tendría suficiente. Y aceptad de buen grado este canto que compuse de muy buen talante para vuestra señoría.