I. El Padre y el Hijo y el Espíritu Santo conjuntamente, y vos, Virgen María, nos guarde, si le place, del mal fuego infernal y del tormento que no cesa ni de día ni de noche, y (nos conceda) que observemos todos su mandamiento de modo que vayamos alegres y gloriosos a su reino, así como resplancede el alba.
II. Los arcángeles y los ángeles igualmente y todos los santos de que está llena la corte rueguen por nosotros al Hijo que nos perdone, reina piadosa, todos los pecados mortales, Él que sufrió por nosotros muerte y tormento y pasión, eso sabemos verdaderamente, y nos hizo de sí mismo claridad y alba.
III. Dios, vuestro amor y alegría celestial y el dulzor de vuestra paridad nos guíe y nos guarde; y que seamos de tal modo que quepamos en vuestra compañía, y que contra vos no cometamos falta, antes bien os amemos de corazón sincero lealmente, de modo que arriba, en el cielo, nos mostréis vuestra alba.
IV. Mucho me maravillo de que no seamos todos tal como el Señor rey nos amonesta y exhorta, pues ya nos dice que vayamos a recibir el [reino] que nos tiene preparado cada día; así pues, escuchad: ¿por qué no vamos corriendo? Pues no sabemos a qué hora de la noche nos sorprenderá ni si llegaremos allá donde veamos el alba.
V. Aquel que por nosotros virtió su sangre natural y se entregó y se puso a merced, y fue levantado en la cruz y clavado y coronado de espinas igualmente, nos otorgue que obremos de manera que en el día del juicio no se acuerde de nuestros pecados, antes bien con gran alegría nos lleve a su alba.
VI. Hermosa estrella de oriente, Dios os salve. Todos pidamos a Dios que nos conceda buen hospedaje en el paraíso, donde hace día claro y hay alba.