I. Señora buena, bella y complaciente, por vos me nace sincero gozo contradictorio dentro del corazón, al considerar que sentís desmayo por nuestros pecados: madre de Dios, virgen casta y pía, muchos pecadores y muchas pecadoras esperan gozo que nunca perece, por vuestras preces, santa virgen María.
II. Señora, vos sois una defensa más eficaz de nuestras almas ante Dios que cualquiera otra cosa que exista, para que no caigan en los horrores de los tormentos infernales; y vos sois flor y fruto donde brota la pía ......... por vuestras preces, santa virgen María.
III. .......... que abrís las puertas a los pecadores por vuestras preces, santa virgen María.
IV. Señora, cuando fue el nacimiento de vuestro querido hijo no os causó mayor detrimento que el que causa al cristal el rayo de sol que resplandece en él; por eso es loco aquel que no se humilla a vos que alimentasteis el fruto más noble y más hermoso que jamás existiera; por eso se salvaron muchas almas por vuestras preces, santa virgen María.
V. Roguemos ahora a aquel que formó los elementos y todo cuanto existe, que nos permita a cada uno de nosotros deshacernos del grave fardo que es la perdición de las almas; pues estamos tan llenos de orgullo y de engaño, que sería bien justo que destruyese el mundo por ello, madre de Dios, si él no obedeciese tanto a vuestras valiosas preces, santa virgen María.
VI. Vuestro valor no podría narrar, señora, ningún hombre de carne —tan esmerada es vuestra prez— fuera de Dios o de vos, santa virgen María.
VII. A mi Señor, que es conde de Rodez, en quien se nutre prez leal, vete, canción mía, y dile que se arrepienta si habló mal de mi más gentil, que es la virgen María.