I. Alegría siento, pues espero ser rico y feliz de amor; y dolor, pues no soy completamente leal amador, quien debe tener conocimiento y lealtad y ciencia; pero tengo buena esperanza de que me guíen en todo buena fe y caridad y merced.
II. Pues caridad y merced, bondad con poder perfecto y sabiduría de aquél, en quien está todo, me pueden valer; que me conceda tal modo de obrar —aquel antes del cual no hubo nada— que le sea leal amante, evitando toda locura; pues tal hombre llega al amor.
III. Llega al amor tal hombre que sepa evitar sus daños y fomentar su provecho, esperando honor real, conservando los bienes que comienza con esfuerzo de conseguir la realización de placer honrado, allí donde reina alegría y todo bien, adonde nos conduzca merced.
IV. Allá nos conduzca merced donde no puede dañar nada; y aquella que por deber consiguió poder con preces, de la cual nació sin mancilla el salvador condonante, pídale por pequeños y por grandes que nos conceda calor temperado viviendo en su amor.
V. Pues no vive bien en amor quien no agrada a la madre que ruega a su hijo, nuestro redentor; pues, por cierto, no tenemos más defensa que sus preciadas preces, con las cuales nos quiere sostener, si lo deseamos, hasta que nos haya colocado allí donde reina paz y merced.
VI. Así pues, rindámosle todos gracias y merced con alabanza día y noche, como mejor nos parezca, si deseamos el gozo prometido, pues de lo contrario no tendríamos gracia; así pues, honremos todos con verdadero amor a la madre del Salvador por medio de palabras honrosas, humildes, y de obras convenientes.
VII. Virgen, sois gran incremento de honor para el linaje humano, pues por nosotros sois con honor madre y rogadora del hijo de Dios: por tanto, dadnos su amor.