I. Humilde, culpable, acusado y penitente, entristecido, afligido de volver estoy: pues he perdido mi tiempo para pecar. Os pido merced, señora, virgen complaciente, madre de Cristo hijo del todopoderoso, que no consideréis cuán culpable soy hacia vos; si os place, considerad la necesidad de mi alma afligida.
II. Pues apenas encuentro pecado que no haya cometido yo, salvo desesperación y hurto y homicidio; pues de los otros, en los cuales me he deleitado malamente muchas veces, mi cuerpo no se pudo saciar; por lo que si no tuviese esperanza con buena fe, debido a los demasiados pecados graves, viles y vergonzosos, mi alma se habría separado del todo de Dios.
III. Pero tengo esperanza de que vos me salvéis del gran peligro mortal que me aflige, del cual no puedo salir por nada sin vos: ¡tantos y tan grandes encuentro mis pecados! Así pues, rogad a vuestro hijo glorioso para que me conceda que haga su beneplácito y mi provecho, pues así podéis volverme de muerte a vida.
IV. Ya que Jesucristo os obedece cuando le rogáis que sane a los pecadores, con tal de que quieran obedecerle obrando bien, por tanto os ruego, señora, que roguéis por mí y por todos aquellos que desean obrar bien, para que nos dé guía verdadera para llegar a él.
V. Pues el camino es duro al principio, y estrecho y áspero para llevar a cabo; y puesto que se hace tan grave separarse del mundo, es grave el principio del camino; y la terminación es doble más grave: uno halla en él tantos pasos peligrosos que nadie no llega sin guía al lugar de refugio.
VI. Por nosotros, señora, virgen reina, fuisteis madre del hijo de Dios todopoderoso: obtenednos pues de él esta guía.
VII. Ruego a Dios por el rey de Castilla don Alfonso, para que generosamente le conceda honores y favores largo tiempo, y vida espiritual.