I. A Dios, en quien está todo poder, derecho y soberano saber, y justo y cierto querer, me entrego confeso, inculpado: he cometido, pecador, todos los pecados graves de pensamiento, de obra y de palabra; por ello le ruego que tenga merced para con los pecados, pues más ha perdonado ya.
II. En vos reside toda mi esperanza, Señor justiciero y verdadero, de que me quitéis todos los dolores por los que tan gravemente soy atormentado: mi costado es embestido por las culpas, acosado por pecados mortales; señor lleno de todos los bienes, válgame vuestra benignidad.
III. Tan graves son los pecados que he cometido todos los días durante largo tiempo, que me nace gran temor, Señor, si no me socorréis; que Longinos, fiero, felón y cruel, por quien fuisteis herido, se acogió con firme consuelo y pidió perdón de los pecados a vos.
IV. Por ello os pido humildemente que me perdonéis al igual, no obstante haya pecado gravemente, pues me es menester que lo hagáis, y que cuando pase los puertos vos me deis buena suerte, para que yo sea absuelto completamente y declarado libre por vos.
V. Rey, señor omnipotente, verdadero Dios y verdadera salvación; os pido humildemente misericordia, que me perdonéis, si os place; pues a tal fin fuisteis mandado acá del cielo, para que perdonaseis a los que os suplican misericordia, pues tal poder os ha sido concedido.
VI. Virgen, reina plácida, más generosa que todo valor: ruega de corazón a tu hijo por mí, pues soy muy culpable; pero donde mayor es la culpa, mayor puede ser la misericordia; pues si no se hubiese cometido pecado, no sería otorgado perdón.
VII. Verdadero Dios y verdadero bien, verdadera justicia, verdadera misericordia: a vos me entrego como quien se ha encomendado en vuestras manos.