I. Tengo intención y deseo de hacer unas preces preciadas, si supiese hacerlas; y quisiera que me fuese dada inteligencia y conocimiento suficiente, cual convendría a las preces, pues tengo deseo ardiente de ello. Señora santa María, rogad, si os place, a Jesús, que es llamado Cristo y vía del paraíso, que ampare mi alma a su beneplácito, que me perdone los pecados que deliberadamente he cometido con el pensamiento y de palabra, por mi locura, los que he cometido obrando muchos días como no debía, de lo que soy muy culpable; señora de dignidad, vos sois (sed vos) mi garantía.
II. Todavía pido, señora, que me valgáis y que permitáis que os alabe siempre. Pero creo que es verdad que, si se pudiese reunir la inteligencia de los prelados y la ciencia de la clerecía, y yo tuviese poder para que fuesen reunidos en mí, no me bastaría, y no tendría ni la milésima parte de la ciencia que necesitaría para la alabanza que quisiera pregonar, y para los bienes que existen en vos, señora, que ilumináis a todo el mundo que se perdía; por vos se salva y se guía, por lo que digo sin contradicción: por vos son redimidos, señora, todos los que se salvan; ayudadme para que me salve.
III. Pues creo que si me ayudáis y escucháis mis preces —tan amiga sois de Dios— mi oración será fácilmente atendida y aprobada, mejor de lo que me correspondería por lo que pequé cuando vivía mal. Pero he abandonado eso, por lo que ruego que tengáis misericordia de mí, pues de lo contrario no subiría a la gran compañía donde reina toda alegría de Dios que es trinidad, ni vería su faz si no me valiese merced. Oh madre de Dios piadosa, que no encuentre refutación en vos. Al menos ayudadme tanto —por más que haya pecado— que esté junto a los santos.
