I. Santa Virgen, madre pura de Jesucristo, hijo de Dios, por virtud –no por naturaleza– de su santo poder perfecto; elegida, saludada por el ángel, hallada humilde, vino sobre ti el Espíritu Santo, Hijo, Padre, Dios-Hombre, para sacarnos de desgracia peligrosa: ruégale que nos sea guía.
II. Para gran buenaventura tuya fue transgredido el mandamiento de Dios; pues para temperar la justicia te hizo madre de su hijo, y por ti ha aumentado en honor todo el linaje humano; ya que tu oración es escuchada, señora santa, hija madre, ruega a tu hijo y a tu padre que nos haga elegidos suyos.
III. Tendríamos necesidad de todos los bienes sin ti, señora, que nos vales ante Dios, cuyo poder están temiendo los penitentes, debido a sus transgresiones. Virgen loable, noche y día eres abogada de los pecadores convertidos, y debes conseguirnos todos los bienes; no tenemos por qué reprocharte, pues nos has salvado de la muerte.