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Español
Francisco J. Oroz

I. Cantando de este siglo he perdido tanta obra que temo tener penas mortales si no me ayuda merced; por ello se muda mi canto: yo quiero ofrecerlo hacia allá de donde puede venirme ayuda eficiente con tal de que no esté airada hacia mí la Madre de Dios, a quien saluda mi cantar.
 
II. Pero si observa mis pecados debe estar muy airada conmigo; mas ruego a su gran merced que, si le place, me la apacigüe. Tal merced me agrada, pues es socorro de los pecadores de quienes está lejos la razón. Séame otorgada merced, Madre de Dios, pues por merced nacisteis.
 
III. Pues antes de que naciera vuestro hermoso cuerpo jovial estaba establecida muerte a cada uno que se encontraba en el mundo; pues la había merecido Eva, tal fue su osadía, por menospreciar el mandato de Dios, de lo que después se cubrió de vergüenza; pero después, con vuestra guía, Madre de Dios, somos sacados de muerte a vida.
 
IV. Por Eva y por su pecado estaba muerta toda la gente; pero por vuestra virginidad es abierta la puerta. Eva, por camino errado, nos acarreó muerte; y vos, remedio, por el cual la gente es salvada. Vuestro árbol produce tal fruto, Madre de Dios, que nos trae vida.
 
V. Eva asintió, porque le agradó, a la mentira del diablo, y vos a la verdadera profecía del ángel Gabriel. Eva se llamó la enemiga; en el contradicho se dice, según la escritura, ‘ave’ María. Todo aquello que desvía Eva, Madre de Dios, ‘ave’ vuelve a la vía.
 
VI. Por ello os alabo y debo alabaros, gloriosa reina, pues cualquier herido puede hallar en vos verdadera medicina; pues vuestra merced exquisita libra de dolor, de mal y de perdición a todo el que lo desee, si se humilla ante vos de corazón, Madre de Dios, que estáis cercana a las preces sinceras.
 
VII. Ahora os pido y os ruego merced, que no estéis lejos de mí; pues siento herido mi corazón y mi persona, y mi voluntad vana, de locura y orgullo; por ello os pido consejo perfecto y ayuda certera. Merced me esté cerca, Madre de Dios, para que mi alma quede sana.
 
VIII. Pues, si bien he pecado de obra, tengo una fe justa: Padre e Hijo y Espíritu Santo creo (que es) un Dios sin división; y la carne que fue puesta en cruz tomó Dios de vos para salvarnos a nosotros, y por ello fue matada; y quien crea de otra manera, Madre de Dios, sabe bien que se parte el cuello.
 
IX. Por lo que creo firmemente que fuisteis antes del parto y después virgen sin falla, pues jamás tuvo parte en vos carnal semen de hombre; y el salmo verdadero que comienza ‘credo’ lo creo todo, palabra por palabra. Así pues, en otra cosa tenéis que prestarme ayuda, ya que de falsa creencia, Madre de Dios, no necesito arrepentirme.
 
X. Pero, señora, ya que sabéis mejor lo que me hace falta, socorredme con aquello que necesito mientras me dure la vida, para que haga obra tan pura que conquiste el paraíso cuando llegue la noche oscura. Bien sé que justicia me daña, Madre de Dios, pero merced me da confianza.

 

 

 

 

 

 

 

 

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