I. Ay, madre e hija de Dios y reina de los ángeles, ante quien Marcos y Lucas y Mateo y cualquier santo se humilla: conservadme el alma y el cuerpo, flor, rosa sin espina, rogando a Dios que no me juzgue según mi engaño sino según su gran misericordia.
II. Pues he cometido tantos pecados por mi loca locura que, aunque viviese mil años en áspera penitencia —tan grandes sé que son los pecados— no tendría salvación, si Dios no me perdona por misericordia ni me retiene, no por mí, pues no he hecho nada para ello.
III. Pues he sido falso y mentiroso, envidioso y ladrón; y con la mujer del prójimo no titubeé en absoluto en pecar; y fui codicioso y malhablado y astuto engañador y violento si encontré a quien engañar: por lo que ya me confieso como tal.
IV. Y por mí mismo no tengo poder ni posibilidad de sanar, por lo que vengo a pediros merced, gloriosa María, para que os dignéis valerme tanto que sea preservado por vos de todo mal en este siglo vil, desleal, y me deis gozo eterno.
V. Así como Dios nació de vos y recibió carne humana permaneciendo vuestra virginidad íntegra y sana, preservadme, si os place, de la emboscada de la muerte repentina. Creo que estoy arrepentido, verdaderamente penitente de todos mis pecados.
