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Español
Francisco J. Oroz

I. Dios, verdadera vida, veraz y justo hacia clérigos y legos, y nombrado Salvador y Cristo en latín y en hebreo, y nacido y después (de) muerto visto vivo; y ascendisteis, con lo que dejasteis tristes a quienes después llenasteis de alegría:
 
II. Señor rey, yo pequé falsamente –de lo cual resultó tan gran mal– de pensamiento y con palabras groseras y con locas acciones infernales, con urdimbre de malvados propósitos y con tantos talantes tunantes; me entrego a vos culpable, penitente
 
III. De todo lo que jamás hice; y si no tengo corazón firmemente sincero de decir lo que me sería necesario, os ruego a vos, ante quien me lamento, por el cual fue tan fiel Job, que no observéis mis demasiadas culpas, sino que la misericordia me tolere.
 
IV. Pues yo no me siento aquí tan sabio que pueda conquistar allí el reino donde uno no tiene sed, ni hambre ni frío ni desasosiego, a no ser que vuestra virtud, a quien apelo, me conceda valor para que deje de amar, abandonándolo, el gozo de este mundo,
 
V. Que me lleva a pecar contra ti solo, por lo que el cuerpo me comienza a temblar; y si tenéis presentes mis pecados hasta la última convulsión, sin habérmelos borrado antes, Señor, el pleito no me es favorable, a no ser que entonces los supere merced
 
VI. De vos que librasteis a Sadrak de arder en la llama y a Mesak junto con Abed-Negó, y a Daniel de dentro del lago, y a Jonás del vientre, y a los tres reyes ricos de frente a Herodes, y a Susana de los testigos falsos;
 
VII. Y saturasteis, Señor soberano, a tantos de dos peces y de cinco panes; y resucitasteis a Lázaro que llevaba ya cuatro días (muerto); de vos obtuvo, por su hermosa respuesta, salvo a su siervo el Centurión, y arrojasteis del mundo muchos tormentos;
 
VIII. E hicisteis de agua vino en el convite del Arquitriclino, y otras muchas maravillas cuyo número no conoce hombre mortal, de las cuales no os mostrasteis orgulloso; y por vos habló el Cristo de Lucca, poderoso rey resplandeciente.
 
IX. Y formasteis con un solo ademán la tierra y el firmamento y todo cuanto existe y existió en el suelo (y) en el cielo; y derrotasteis al Faraón, y disteis a los hijos de Israel leche y panal, maná y miel, y condenasteis a las serpientes por medio de una serpiente
 
X. Que sirvió de descanso a los vuestros cuando os plugo que Moisés la levantase en el desierto; y soltasteis las manos y los pies, después de que un ángel lo hubo despertado, a San Pedro, y le confiasteis vuestros terribles tormentos;
 
XI. Y su plebe os buscó hasta allá donde está el monte Oreb; mataban en Belén, cuando José os llevó huyendo a Egipto, lo sabemos; y después vinisteis a Jerusalén, y entre vuestros parientes
 
XII. A Nazaret. Rey Jesús, Padre único en tres personas e Hijo y Espíritu Santo, os ruego en Trinidad en el cielo, –que sois cima y rama y raíz y Dios y guía de todo cuanto existe– que me defendáis, si os place,
 
XIII. Y otorgadme aquí obra e intención buenas, y que obre entre tanto de modo que cuando vengáis sobre las nubes a juzgar al mundo el día grande, Dios benigno, no me seáis hostil; y que yo, resplandeciente rey de los reyes, piadoso, vaya gozoso con los gozosos.
 
XIV. Y Señor, no me olvidéis, pues sin vos no puedo sostenerme. Y me santiguo, creyente, en vuestro hombre: In nomine patris, Amen.

 

 

 

 

 

 

 

 

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