1. Virgen, en hora buena portasteis (en vuestro seno) al Salvador, pues él os honra y os llena de alegría; el pueblo que había sido entregado a mala suerte os ruega y os adora, santa madre complaciente; preservad pues de ira y de desmayo y de todo espanto al muy villano que se acerca a vos.
II. Señora dulce y buena, humilde, benigna, ayuda y perdona a este pecador; preserva a mi persona de deshonra y mala obra y defiende mi alma ante tu querido padre, de modo que los pecados que he cometido ni dicho ni sé no me puedan dañar cuando salga del mundo.
III. De gracia llena tenéis nombre, María; sacad pues de pena a quien os pide merced; lazo ni cadena no lo sujeta ni podría sujetarlo, ya que con penitencia se humilla ante vos; penitencia hace el hombre justa y sincera y por tal vía camina sin espanto.
IV. Reina de alteza y de señorío: vuestra generosidad tiene el mundo en su poder; sois rosa exquisita de toda bondad, pues en vos entró gracia florida, aquel fruto verdadero que penetró con el rayo en vos, señora piadosa, cuando vino acá el ángel.
V. Virgen, en virginidad nació el dulce señor de vos, sin duda, a quien yo sirvo: su piedad me conceda que disfrute con gran alegría de los bienes que deseo, pues tengo gran deseo de estar sin toda preocupación en el reino donde está San Pedro.