I. Dios me ha dado fiebre terciana doble, pues quiere que me acuerde de él; y ya que le place, en la primera copla le rogaré que me perdone mis pecados y que me otorgue su benevolencia y que me preserve de cometer error y (preserve) mi alma al fin de dolor, de modo que en ningún lugar sufra tormento.
II. Esto ruego a Dios sin voluntad doble, pues bien lo debo hacer; estoy atormentado tan profundamente –que no me ayuda tenzón, danza ni copla– que por poco no me olvido de este mundo; pero Jesucristo me sufre a fin de que me acuerde de él y para que recapacite si es que antes cometí faltas.
III. Cada día veo que este siglo dobla en maldad, en culpa y en locura; pues cada uno quiere hacer de Dios su copla y sus escarnios y sus malvados dichos, y no tienen conocimiento de nada ni les infunde temor nada, antes bien estiman en nada todo cuanto existe, con tal de que tengan abundancia de riquezas.
IV. Y muy loco es quien dobla su palabra contra Dios, y muy desventurado; pues quien lo hace sentirá el día que será juzgado mala copla de parte de Jesucristo; pues Dios le dirá sin falla: «has decaído, por lo que irás enseguida al fuego del infierno ardiente donde ya no tendrás remedio de mal».
V. Hermoso Señor Dios, mi lengua se traba tan fuertemente que no se me entiende: tan débil me he vuelto. Por ello os ruego a vos que me escuchéis esta copla: si pequé os pido que tengáis merced de mí; merced nace y comienza en vos, de merced sois fruto y simiente, por lo que os pido merced humildemente: así pues, tenedla de mí, franco rey omnipotente.
VI. Jesucristo, otorgadme vuestra benevolencia, si os place; pues me agrada tanto que todo lo demás no lo estimo en nada, y debo hacerlo, pues es tal, ciertamente.