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434a,008

Español
Francisco J. Oroz

I. Así como aquel que caminando yerra la vía que debe seguir, cuano anda en noche oscura, y sigue por camino malo y abrupto que le obstaculiza, y no sabe en qué lugar ni en qué camino se encuentra, sobrellevando mal tiempo con peligro de morir, así soy yo: pues no puedo caminar, por lo que deseo ver terminar la noche comenzando del alba.
 
II. Pues he perdido el camino que debía seguir: la noche me resulta tan feroz y espantosa y dura; y el tiempo [es] tan crudo, que empeora cuanto más avanza, de modo que no sé hacia dónde voy ni dónde me encuentro: pues no puedo adelantar ni detenerme, ni puedo abandonar el tiempo, ni aguantarlo; por lo que pienso que demasiado me va tardando el alba.
 
III. Este mundo falso es la noche que me atormenta, camino de infierno, tiempo crudo, lleno de rencor, y valle de lágrimas, así dice la santa escritura; y el niño pequeño, cuando nace, lo da a entender, pues con dolor grita y está en él, y no puede salir sin lloros. Verdadero Dios, haced que me ilumine para seguir derechamente el camino, dando el alba.
 
IV. Yo no soy quien va a su amiga de noche; pues aquella a quien me entrego me da seguridad pensando en ella, y no me preocupo de otra cosa, y dejo la noche y quiero tomar el claro día; pues ella no teme calumnia ni maledicencia, sino que puedo llegar ante ella de día, por lo que odio la noche deseando el alba.
 
V. Sé de otro amador que siente ira y furor cuando está con su dama, y que blasfema y jura cuando llega el día y la noche es tan breve, y que no desearía jamás día ni alba. Y yo, porque dura tanto la noche, estoy apesadumbrado, pues de noche no puedo gozar de aquella a quien pertenezco, ni escoger la luz que nos hace clara y grande el alba.
 
VI. Gozo es, y luz y estrella que al mundo guía; y hasta el presente no ha existido mujer de tal naturaleza que, cuantos más adoradores tolere, se vuelva mejor; y su esposo hace lo que no haría ningún otro esposo, pues le place cuando ve que su esposa –que es sin defecto– es servida, amada y obedecida, que el día nos va anunciando, el alba.
 
VII. De esta alba debe tener deseo todo hombre, pues uno no puede llegar al día sin alba; ni (puede) discernir el sol, ni a Dios, detestando al alba.
 
VIII. El noble rey de Mallorca sabe decir y hacer todo bien en el mundo, y (sabe) servir y obedecer a Dios, sirviendo y honrando al alba.

 

 

 

 

 

 

 

 

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