I. Tendría necesidad de hacer una poesía buena antes de que se me acerque el día feroz que sorprende a muchos a quienes embaraza el falso enemigo; verdadero Dios, levanta de su sombra a mi cuerpo, pues se reposa demasiado en ella.
II. Dios y hombre te hiciste, bien lo sabemos; no es sueño, pues fuiste visto; y creemos que en la hostia al momento de la consagración eres Dios y hombre; por lo que sería necesario que todos recordasen esta razón.
III. Tú que por todos nosotros fuiste considerado entre los necios, tú a quien en el árbol de la cruz hirió el ciego, tú que haces que se cumpla el evangelio, tú, señor, que gritaste «Eli»: dónanos reposo en tu reino.
IV. Señor verdadero, no nos encierres en los fuegos acerbos del infierno; te pido que nos mantengas con placer en los claros lugares en los que los santos, cuyo número no sé, están sin peligro de estorbo; pues es una razón muy terrible.
V. Tú que hiciste tres partes únicamente de tu nombre, tú que separas bienes y males, e hiciste el sol: tu madre que nos tranquiliza cuando el enemigo falso nos turba quiera concedernos contigo reposo.
VI. Cardona desbarata todos los hechos por turbarse con consejeros malos, y Sobreprez lo repara.
VII. Rey Jaime, aquella que nos tranquiliza cuando nos turba el enemigo falso, os aconseje en todo asunto.