I. Por vos me alegro, señora del firmamento, muy cordialmente; pues el humilde y el arrogante debe alabar vuestras preces tanto cuanto pueda: si agrado a vos y a Dios, no deseo más.
II. Cuando Gabriel os hizo la anunciación, enseguida entró en vos Dios: tiene un corazón como piedra quien no lo cree, y sabe que Dios no tiene parte en su alma.
III. Señora por quien reluce todo el paraíso, por vos se siente aliviado de grave fardo y se mantiene en pie todo el linaje humano: vida por muerte nos devolvió vuestro hijo.
IV. Dulce señora, de vos nace y proviene la alegría de cantar de vos. ¡Señora, merced! Rogad a Dios que no viva yo bajo el poder de aquel que sea condenado.
V. Madre, préstanos escalera hacia el Señor que no tiene principio ni tendrá fin jamás, en esta vida mortal, y guíanos adonde tu hijo, a su reino.
