I. Quien desee vivir sabia y cuerdamente en este mundo, no se preocupe demasiado por conseguir riquezas pública ni ocultamente; pues uno no puede gozar de ellas duraderamente. Por lo que cada uno debe recordar sus pecados y hacer penitencia, pues de este mundo es soberana flor que puede hacer a todo hombre pecador bueno.
II. Con tal de que la tome buena y justamente y la haga con corazón animoso cada uno hasta el fin, según su poder, de modo que no busque más su diversión. Así pues, tome los bienes como recurso y no tenga su intención en el mal vil; antes bien esté bien arrepentido y pesaroso de los que ha cometido, con profunda contrición.
III. Pues esto debe hacer buenamente quien quiera entrar en la alegría perfecta y poseerla para siempre sin preocupación: abandonar todas sus malvadas intenciones y servir a Dios con obediencia perfecta y creer firmemente, y querer obrar de acuerdo con los buenos sermones que escuchare de los buenos predicadores.
IV. Pues quien bien oye y bien retiene tiene gran ventaja frente a quien escucha el bien y no saca provecho de oir; pues no obra bien ni sabiamente aquel que desprecia su alma; y así, con conocimiento malvado, por abandonar vanamente lo que más necesita, va sin remedio a tormentos peligrosos.